lunes, abril 14, 2008

Se me hace que el legislador que protestó por lo de Perón, Los Simpsons y los Desaparecidos, es el mismo que presentó el proyecto de la milanesa napolitana como Patrimonio Cultural Porteño

Que dicen?

domingo, abril 06, 2008

Cosas que no debían suceder


Me encuentro solo. Nunca me había sentido así. Los buenos tiempos pasaron tan estrepitosamente que parece que nunca hubieran existido. Nada queda ya de aquellas gloriosas noches de juerga, cuando nos emborrachábamos con vodka robado y cantábamos canciones gitanas en una mezcla polaca-piamontesa. Parece que hubiera sido ayer, cuando competíamos encarnizadamente para ver quien tenía más aguante con las copas. ¡Si nos habremos quedado dormidos uno al lado del otro! Pero ahora, heme aquí, sin idea de cómo llegué acá. Todavía me pregunto cuales fueron los sucesos que me llevaron a este paredón, a este punto sin retorno. Pero igual es inútil preguntarlo, ya estamos acá, que largue la Kermés.


Si no fuera por ese tano subnormal todos estaríamos juntos, tomando y comiendo a más no poder, como antes, como cuando la tosca era tan enorme que no nos podíamos levantar y les pedíamos a los mariscales que habilitaran el agua en las duchas de gas. O cuando esperábamos a que el barón Von Papen se durmiera para afanarle en casco y las insignias, y rociarlos en ginebra para que la mujer se enojara al otro día. ¡Que manera de reírnos cuando le mandamos a Churchill el brazo izquierdo de un general suyo!

Ahora en cambio me encuentro aquí, en mi búnker, solo con esta rubia tarada que tiene menos idea del mundo que un Telettubbie, que joder.

—es copada, dale, si sabes que un poco de sangre nueva le va a hacer bien al régimen

—no se Beni, todo bien que es mi secretaria hace varios años, pero no creo que congeniemos muy bien. No digo que sea mala persona, para nada, pero sabés bien que lee Marx, y si la gente se entera me derrocan al toque. Encima con eso de que nací en Austria y andan diciendo que mi abuelo era judío, peor.

—no penses en eso, Adi, te va a dar migraña de nuevo. Haceme caso, casate con ella.


Si me hubiera avivado de no mandar a envenenar a Blondi, por lo menos estaríamos juntos, haciendo más amena nuestra espera hacia lo inexorable. Bah, pobre perra, en una de esas la acogía bajo su cálido seno algún comandante del Ejército Rojo y terminaba comiendo Eukanuba el resto de su vida ¡Hasta esos detalles me arruinó el enano maldito!


Todavía no logro entenderlo, la batalla iba bien, retrocedimos por no alcanzar Moscú, pero estábamos bancándola bien en África. Al final, fue todo culpa de aquél, que de tan mamón que era no aguantó. Para mi es todo mentira eso de que lo agarraron los bolches, es obvio que se dejó, siempre fue un flojo. Ahora, lejos de preguntarme como llegué a este punto, me pregunto ¿porqué le di tanta bola a al italianito este? Nada tenía que ver que fuéramos gobernantes parecidos, el poder no tenía nada que ver, aparte el bigote siempre me quedó mejor a mí. No siquiera era una alianza por conveniencia la que fraguamos. Estábamos simplemente a gusto el uno con el otro. Conveniencia fue lo de Japón, para serrucharle el piso a los Rusos. Conveniencia hubiera sido España, si Franco no hubiera sido tan pecho frío y hubiera entrado en el combate. La conveniencia jamás estuvo en nuestra relación, nunca lo sentimos así. Era más personal, mucho más humano.


Benito inspiró todas mis ideas, era, por más invertido que suene, mi musa. Las primeras páginas de “Mi Lucha” fueron escritas por el, y nadie jamás lo supo. Fue quien me aconsejó detener mi marcha hacia Rusia, me dijo que me levantara durante el 23 y, posteriormente, que incendiara el Reichstag.

Ahora veo que si no hubiera hecho todo eso, tal vez ahora estaría en mi casa en Viena, pintando los cuadros que nunca pude pintar, viviendo con mi querida madre. Pero me tenía que convencer de todo. Ahora que lo veo, nadie más hubiera podido influir en mi de esa manera, ni siquiera Eva, ni mi fiel fotógrafo Hoffmann. Si esa fatídica reunión en Venecia no se hubiera realizado no habría pasado nada, y en este momento mi libro cotizaría en Wall Street.

— ¿Eva?

— Si, querido

— ¿Dónde está el arma?